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Alejandra Gandía-Blasco

Volcada en la abstracción y en desafiar el lenguaje realista de la fotografía, se puede decir que el trabajo de Alejandra Gandía-Blasco es solo un pretexto para hablar de la fugacidad de la vida y los límites del tiempo. ¿Cómo alcanzar el lugar y el momento justo? ¿Cómo explicar ese preciso instante a través del color? Para esta artista multidisciplinar existe un gran anhelo por llevar al espectador, ya sea a través del arte o el diseño, hacia un terreno más espontáneo y emocional.

 

¿CÓMO DEFINIRÍAS TU OBRA?

No lo sé. Es una forma de materializar la luz natural, que nunca es la misma, en momentos muy concretos del día y en localizaciones exactas, el punctum en “La cámara lúcida” de Roland Barthes o en “Sobre la fotografía” de Susan Sontag, me gusta porque no manipulo el proceso, parte de la realidad, sumida en las circunstancias climatológicas y el estado del mar. Para mí es la prueba de que el arte expresa la vida, fluye, y la Naturaleza es la vida en estado puro, estamos conectados con ella. Los días nacen y mueren como lo haremos nosotros. Aunque aparente ser alegre y vital, mi trabajo es bastante nostálgico, sentimientos que encuentro cuando retrato a personas mayores cuyo tiempo de vida acaba. 

Si me atrevo a definir mi obra, podría ser algo así como expresionismo abstracto del género paisajístico o una suerte de fotografía de archivo pero en clave pictórica, ya que mi obra se compone de distintas series realizadas en localizaciones de distintas ciudades y países con horizontes dispares, ni idea.  Pero si me permitís, en general me siento muy incómoda con las etiquetas, quieren saber qué haces, cómo lo haces y qué eres sin centrar el interés en la calidad de la obra, en las sensaciones que transmite, el trasfondo. Hace poco estuve leyendo que el posmodernismo ha muerto, como en 2006 el crítico de arte Donald Kuspit argumentó “El fin del arte”, pues yo que sé. Lo típico es que te pregunten, ¿y tú eres pintora, escultora, new media, influencer, decoradora…? ¿O qué haces? Decir que eres artista conceptual encaja muy bien hoy en día, es un saco donde cabe todo. No me tomo en serio las modas efectistas, falta autenticidad en el arte. La mayoría de los galeristas son otra historia muy compenetrada con el mercado del arte, pero ojo que no son empresarios, viven por y para el arte, sí. Pero en cuanto eres hija de un empresario, trabajas en la empresa de tu padre, en mi caso en el mundo del diseño, tienes acceso a una nómina, y te dedicas al arte en tu tiempo libre, ya creen que te ha dado el antojo o quieres ser decoradora. Y entonces dicen, “pues esta foto tuya quedaría genial con el sofá aterciopelado color burdeos de la casa del futbolista millonario que estoy decorando, pero mejor cámbiale esto y eso otro y conviértelo en NFTs, yo mismo le hice estos cuadros que como ves combinan en todo detalle, hasta con los ribetes dorados”.

 

LO QUE SERÍA, ADEMÁS, UN CAMINO INVIABLE PORQUE TU TRABAJO ES CONTEMPLATIVO Y ESPONTÁNEO. ¿HABLA TAMBIÉN DE TI O SÓLO DE LO QUE TE ENVUELVE?

Me he estado analizando estos años y sí habla de mí, la infinidad del color, que es luz, tiempo y espacio, es un modo de entender el complejo mundo de las emociones que nos perpetúan. Empecé dibujando retratos de personas mayores en los que se percibe el paso del tiempo, su vida es su rostro, y creo que fue un modo de entender la psicología humana dominada casi siempre por las emociones, racionales e irracionales. Son temas a los que recurro siempre a través del dibujo o de la fotografía, medios que por otro lado no son el séptimo arte. El dibujo, considerado parte del proceso anterior al acto pictórico, oculto tras los pigmentos. Y la fotografía, ¿considerada arte desde los años 70?, aunque es una representación artística porque expresa visiones personales, nadie haría la misma fotografía pese a que el motivo fotografiado fuera el mismo. Me gusta emplear un medio usado masivamente para hacer arte, atrapo la realidad, un momento de luz en un espacio concreto y cambiante como es el mar, al igual que son las dunas en el desierto, que no se repite más y desaparece en cuestión de segundos, algo tan ínfimo como la vida misma, ¿qué duran un amanecer y un atardecer?, son el primer y último suspiro del día. 

 

¿DIRÍAS QUE EXISTE UN PARALELISMO ENTRE EL USO DEL COLOR EN TU TRABAJO FOTOGRÁFICO Y EL DE PRODUCTO?

No directamente. De pequeña fui una niña retraída, pasaba el tiempo dibujando, más tarde me formé en bellas artes pero no me interesó nada en concreto, sólo las clases teóricas y volver loca a mi profesora de pintura porque no había forma de que terminara los bodegones…era demasiado analítica, pasaba el tiempo mezclando los pigmentos sobre la paleta de madera, que cambié por una blanca para verlos mejor. En ese proceso descubrí que el color está vivo y se transforma continuamente, no me interesaba fijarlo sobre el lienzo. A los 14 años empecé a experimentar con la fotografía de paisaje y a través de ella, a los 30, con mi propia técnica, descubrí el significado del arte o de la vida que es lo mismo. Mi trabajo fotográfico es muy personal y azaroso, no lo controlo del todo, está sujeto a las condiciones naturales y climatológicas que retrato en cada serie, en cada lugar. 

 

¿E INSPIRADO POR QUIÉN?

He de decir que adoro la luz y el color de El Greco tanto como el tenebrismo y claroscuro de Rembrandt y Goya, al Perro semihundido de Francisco de Goya y los retratos animistas de Lucian Freud, adoro también a Marianne von Werefkin (son pocas las artistas que estudiamos en historia del arte, una historia escrita por hombres), la ligereza y musicalidad de la obra de Henri de Toulouse-Lautrec, a Kazimir Malevich y el fin de la pintura, a Ives Klein con John Cage, la pintura espacial de Lucio Fontana, los campos de color de Rothko, la solemnidad de Hiroshi Sugimoto…podría nombrar a muchos/as grandes maestros/as.  Mi trabajo artístico si que me permite experimentar con los colores obtenidos de algunas mis obras y llevarlas a chromatones para elaborar 1 alfombra artesanal con una compleja ficha técnica, o a la selección de los pigmentos más adecuados para unas mesas de vidrio impreso. 

 

NO SÉ SI LA SOCIEDAD ES CONSCIENTE DE CÓMO LOS DIFERENTES COLORES AFECTAN A NUESTRO CEREBRO.

Yo tampoco lo sé, pero al parecer, de manera inconsciente, afectan mucho más de lo que creemos, desde que nacemos vivimos rodeados de colores, y sin la luz natural no existen, por tanto se podría decir que son ficticios pero reales, y eso me encanta, porque el arte es lo mismo, lo más increíble es que los percibimos gracias a la naturaleza del astro sol, o del fuego y hasta hace pocos siglos, gracias al desarrollo de la electricidad, con las bombillas que lo imitan. Los colores son tan sutiles e infinitos que no todos percibimos los mismos, y eso que estimulan nuestra mente y creatividad, ocurre lo mismo con la música, Vasili Kandinsky lo retrata muy bien en “De lo espiritual en el arte”. He leído varios libros sobre ese tema y varios autores argumentan que los colores más queridos por las personas suelen ser el azul por el cielo, el verde y el tierra por los bosques que nos rodean, también los colores neutros que nacen de la luz, del blanco. Me encantó cómo lo narraba Michel Pastoureau en “Los colores de nuestros recuerdos”.

 

¿QUÉ COLORES TIENE TU ESPACIO, EL ESPACIO QUE AMAS?

Me gusta el silencio acompañado de algún tono o semitono de color, el blanco roto con algún toque de naranja, color madera, sensaciones que nos conectan con la naturaleza, con nosotros mismos, me gusta recordar que somos animales racionales obstinados por querer dominar a la Naturaleza cuando se ha comprobado y por fin asumido que no es del todo así.  Hace poco leí que gracias a los sumerios, nació la filosofía crítica en respuesta a las cientos de catástrofes naturales que sufrieron en Mesopotamia, que es en definitiva, cuestionar, sobrevivir ante las adversidades, aprender a pensar por ti misma y evitar el ruido, lo que desentona a tu alrededor.